Monday, September 19, 2011

Los años. Lelé Santilli


Toda el agua fluída

hasta esta gota, este sonido

entrañable

de los pasos, este río que seca

en temporadas —una cañada

más, que muestra el lecho

de puro pedregullo y viento—

y luego se desborda

como un hilado homérico

sin gesta,

sin perros fieles,

arrasando todo aquéllo

que no fuera

raíz

de su sustento. Entramada

mujer que, en la cabeza,

se enamora del gris pero se pierde

en arcoiris

de una tormenta diaria:

amenaza y portal

de lodazales

en la tierra más seca.

Todo vuelve. Todo regresa

como un galeón

cargado

al mismo muelle sitio

donde se esconde el miedo.

Edredones cómodos

de la nostalgia,

verdes esmeraldas

de esperanza. Pareciera

que intenta alumbrar algo

como un siglo

y es pura navidad en arbolitos

con algún que otro adorno

de la mente. Sin embargo,

se miente en escarceos de furia

por todo lo que pudo ser

que ya no ha sido

como aquél nido vacío que acumula

entenados de variegata

especie—

producto del amor,

de la costumbre,

de la afanosa urdimbre de un ser

vivo

en estaciones cortas

y en olvidos más largos.

Ha hecho de sí una isla con su puerto,

no muerto sino herido

por el ludir constante

de las cosas que pasan a su lado.

Ha estrechado sus muelles

al punto de la línea

por donde su equilibrio

sube y baja.

¿Qué más puedo decir?

Nunca sabré lo suficiente

para entender qué busca,

qué quiere esa mujer.

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