Tuesday, September 13, 2011

La Golem Cap III AGUA AMARGA Lelé Santilli


Yo he sido la mujer en el barco, precisa y determinada en llegar a destino, como si destino fuera la casa de la niñez, los rostros conocidos, las fragancias de siempre. Y también conocí el dolor de perderla antes de haberla conocido, cuando el arco arrancó un sonido sin concierto, segundos antes de la risa. Soy todos ellos en pequeños fragmentos, como un calidoscopio de memorias posibles. No creas que lo invento. Ellos me asaltan con sus largos segundos, sin que haya soledad que los espante. En todos mis sentidos, como duendes, se adueñan de mis partes. Mi sexo, mis miradas, los nuevos pensamientos. Todo les pertenece, no exagero. Un día supe cuál era el privilegio y decidí apropiarme del secreto. Lo confieso: me vino como una idea literaria. Así que la llamé La Golem, deviniendo una criatura mágica. Después le puse un nombre: Malena. Teníamos en común lo que ese tango dijo : “Tus tangos son criaturas abandonadas/ allá en el barro oscuro del callejón”. Pero el nombre no funcionó, me llevaba a la fuerza a la infancia y quedaba estancada en el lado de la balanza ya inclinado. Busqué, infructuosamente, otro nombre, pero la Golem quedaba cada vez más establecida, parecida a una puta polaca que atisbé por la mirilla de esa puerta cerrada. Y será que Donde pongo el ojo pongo la bala, porque la polaca murió asesinada, pero de una puñalada. Ella misma me lo dijo, en un sueño.

Decidí volver a este lugar, pero no a la misma hora: un poco más tarde, cuando ya no hay gente por la calle y las luces son más brillantes aunque escasas. Me da un poco de pánico, y también me excita. Llamé antes desde un público para arreglar la cita. No me siento muy bien recibido. “Renuente”, esa es la palabra. No sé porqué, pero acá algo me suena igual que cuando todavía tenía mi porte y las puertas se abrían con presteza. De algún modo siempre estaba trabajando. Doy gracias que eso terminó, aunque después me sobreviniera esta evanescencia, esta media presencia. Pero el hormigueo en las tripas es real. Me alcanza como para elegir la ropa cuidadosamente. Casi mirarme al espejo: los espejos ahora no son tan fidedignos, dejan pasar o requieren aumento. En fin. Quizás esta persona se sienta obligada conmigo. Hay deudas extrañas, del alma. Deudas que se contraen en países lejanos y se pagan a la vuelta de casa. Yo no conozco todo lo que pasa por ahí. Apenas alguna de las versiones, como el papel de diario que usan en el mercado, que trae noticias que distraen el ojo. Podría arrepentirme ya mismo. Después de todo, no se me va la vida en esto, aunque también sea cierto que la vida se me ha ido en esto. Como diría mi cabeza, cuando se digna a hablar conmigo: “necesito motivación”. Bueno, quizás deba admitir que el caso es más grave. Lo que necesito es misterio. No cualquier misterio. Uno que sobreviva el desbroce de los pecados capitales. Hay gente que se viste para la lujuria, inspirándose en su codicia. Es lo más común, ¿verdad?. El cuervo que llevo en mi alma quiere misterio y, para obtenerlo, se viste de solución a los problemas, respuesta a las incógnitas,etc. Estoy yendo hacia un lugar donde no hay misterio. ¿Para qué voy? Por obstinación, porfía. Quizás la persona no sea renuente sino reluctante, como un eco de mi tozudez. Sí, eso es posible.¿Qué la llevará a aceptar estos encuentros? ¿Será su terquedad semejante a la mía? ¡Ah, los espejos! No son muy numerosos… ¿O si? Tengo la impresión de que debo aceptarlos con gratitud, no sólo gracia. Iré a mirarme en esos ojos…No es fácil mirarse a los ojos en los espejos. Además, la distancia óptica adecuada ya no es la de la pasión.

Mejor. Huyo de la pasión. Afrontar la pasión es también arrostrarla, pero aún así…No es este el caso. Aquí voy por otros motivos. Quizás sea el poder. Es bueno medirse con uno misma en distintas suelas. No.Todavía tengo demasiado poder. Todavía camino como si hubiera un camino para mí, y otros me miran pasar como si hubiera algo que aprender de mí. Por eso me gusta esta hora de la noche. Ya no hay gente por la calle, casi. Apenas uno que otro… Como éste, apurado, embozado…Espero que no quiera nada de mí, aunque me ha visto. Quizás ni me haya reconocido… Pero, ¿qué hace?. ¡No! ¡ Por Dios! ¡Nooo! “

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